jueves, 15 de octubre de 2009

Prohibido no enamorarse en París

He vuelto a Paris, la ciudad donde no paras de sacar fotos, porque hasta cuando apuntas mal o se disparan solas, salen buenas.

La ciudad llena de sitios para caminar de la mano : jardines, puentes, bulevares, cafés restaurantes, flores pianos y violines que te impulsan a besar a quien tengas al lado....

la ciudada junto a un río de colores siempre cambiantes ...

Con vistas panoramicas y bancos para solo mirar su cielo y su luz dorada ...
La comida es rica, los amoras , deliciosos, la variedad de todo, echuberanmte, la cultura florece ...

En Paris jamas te aburres.

Y cualquier salida es romantica . Hasta caminar solo y comprarte chocoates en boutiques donde los envuelven como joyas...
Hya un solo pecado en este mundo: no pasear por Paris con alguien a quien amas.

O al menos, con alguien que te guste solo un poco...

Alguien de quien solo te guste su olor...

En la ciudad luz, la capital de los perfumes, solo hueles feromonas ...Y no hay como descorchar un buen vino o un champagne junto al Sena con alguien que huele bien...aunque no lo ames.

Despues de todo todos nos quedamos con alguien con quien podriamos caminar de la mano por Paris.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Porteñas - (Un relato erótico de Ana von Rebeur, que gusta mucho a los hombres... )


El había llegado ansioso a Buenos Aires. Sus colegas más viajados le habían contado que las mujeres argentinas eran muy bonitas, y que las porteñas tenían una sensualidad fogosa. Esto ya lo había detectado a bordo del avión que lo trajo a Ezeiza: algunas pasajeras brillaban con luz propia. ¿Qué tenían ellas, que las hacía tan especiales? Lo pensó largamente mientras las observaba desde su asiento de pasillo. Todas ellas estaban impecablemente maquilladas. Se vestían sensualmente y no dejaban de tocarse el pelo, como invitando a otro a acariciarlo. Todas lucían anillos y collares, tenían inquietas. Hablaban mucho y apasionadamente, y sus ojos no perdían detalle de lo que había entorno. Una rubia le había sonreído sensual al cruzar su mirada con la de él, y el resto del vuelo lo había apuntado con la punta de su pie, como señalando que lo había elegido. Tuvieron una breve charla junto a la puerta del lavabo, y ella rió mucho con las ocurrencias de él, pero como la pasar dejó en claro que regresaba a Buenos Aires a reunirse con su esposo, pero dejando entrever que estaba dispuesta a volver a verlo. O sea que, casadas y todo, las porteñas coquetean igual. Y él estaba dispuesto a averiguar por qué sucedía esto.
Apenas terminó la reunión de negocios, se fue a caminar por la calle Florida. Vio mujeres hermosísimas, con faldas demasiado cortas para la moda actual, y jerseys demasiado ceñidos para estar cómodas. “Está claro que la argentina prefiere estar atractiva a estar cómoda”, decidió. Las miró a los ojos, y se sorprendió al ver que le sostenían la mirada, desafiantes. Las vio observar zapatos, ropa, cosméticos, lencería, embelesadas ante los escaparates. Nada de la androginia tan de moda en Europa. La profusión de mujeres atractivas era tal, que resolvió ser más selectivo. Siguió brevemente a una rubia de pelo corto y boca pulposa, enfundada en una gabardina color Río de la Plata que dejaba adivinar un culo firme y redondo como una ciruela verde. La invitó con un café. Ella lo miró de arriba abajo y le dio vuelta la cara con desprecio. Sin amilanarse, caminó detrás de una pelirroja de pelo largo y lacio con pechos que desbordaban el escote. Le preguntó si podía caminar con ella y ella aceleró el paso, asustada. Ya llegaba la hora de almorzar, y adivinando que si seguía así almorzaría solo, llamó a su amigo Quique, y le narró la situación: “Quiero ligar con una argentina, pero son muy ariscas”. “Déjalo en mis manos” le dijo Quique, “En veinte minutos te paso a buscar con una amiga” . El no perdió el tiempo, y siguió saludando y piropeando a cuanta mujer atractiva se le cruzó. Todas coqueteaban alevosamente de lejos, hasta el momento en que él las encaraba, y luego huían despavoridas, tal vez asustadas por su propia capacidad de seducción.
Esperó ansiosos a Quique , que llegó con dos muchachas , una rubia de cabellos rizados hasta la cintura y dulcísimos ojos color miel, y otra de carita redonda, largas pestañas negras y cabello ultracorto, que dejaba desnudo un cuello de curvas suaves que movía como en cámara lenta .
El no comprendió bien quién era la rubia, pero supo que la morocha era documentalista de cine, que había viajado varias veces a Europa, y que estaría encantada en volver allí. Apenas pudo escuchar las palabras, porque se obsesionó en observar cómo las decía. Cuando ella hablaba, su boca apenas se abría. Sus palabras salían como susurros entre dos labios llenos y apetitosos, rápidos para la sonrisa que dejaba entrever unos dientes pequeñitos y una lengua apenas rosada. Almorzaron los cuatro apretados en una mesita para dos, algunos bocados árabes que el no pudo casi tragar después de que la morenita de pelo corto le limpiara la salsa de yogurt de su mejilla con un dedo, diciéndole entre risas , “Qué bebé que sos, te ensuciás al comer” , lo que le provocó una erección instantánea. “¿Esta mujer está coqueteando conmigo?”, se preguntó, fascinado. No hizo falta pensarlo demasiado: el muslo se pegó al de él . No: más bien se apretó con fuerza contra él. Ella le clavó sus ojos pardos mientras le ofreció una servilleta. El sujetó en su mano la manito suave que sostenía la servilleta, y ella no hizo ningún ademán de retirarla. Quique seguía conversando animadamente con la rubia, así que él siguió sujetando esa manito. Hubiera sido demasiado complicado preguntarle al amigo por las reglas de etiqueta en un almuerzo improvisado con amigas de él.
Se debatía pensando qué hacer: si tomaba una iniciativa muy directa, tal vez ella se asustaría como todas las argentinas que había abordado en la calle. Si no lo hacía, sería peor: ella pensaría que no estaba interesado. No tenía tiempo que perder...después de todo se quedaría solo cinco días en Buenos Aires. Y ella era la única porteña que no se estaba escapando de su lado. Mientras pensaba esto, se dio cuenta de que aún no había soltado la mano de ella, ni ella la había retirado. Entonces le acarició la pierna con la punta del dedo, por debajo de la mesita minúscula. Y ella apretó su pierna aún más contra la de él. Sintió que el corazón le saltaba en el pecho. No por miedo a ser descubiertos, sino por miedo a estropear todo, a que ella dijera “Basta” , a que se cortara la ilusión por un paso en falso, a que se cortara toda posibilidad por no decidirse a jugar fuerte.
El le puso la mano abierta sobre el muslo, con toda delicadeza. Ella le sonrió y bajó la mirada como diciendo “Sigue...no te detengas”. El se sorprendió al sentir que ella ajaba su manito diminuta, la misma que la había alcanzado la servilleta, para acariciarle la pierna con extrema dulzura, como un hada tocando un arpa. Sintió que una deliciosa ola de calor le llegaba a la cara, y temió que se notara su terrible erección bajo el mantel demasiado corto....
- Bueno, ¿vamos yendo, que todos tenemos que volver a trabajar? – dijo de pronto Quique.
Su voz sonó extraña, como lejana y fuera de lugar. Él y la morena se sobresaltaron, se tomaron la mano debajo la mesa, como diciendo “Esto sigue luego” , y mintieron:
- De acuerdo, vamos yendo.
Ella se levantó y caminó hacia la salida. Él aprovechó para mirarla de cuerpo entero. “Deliciosa”, pensó, encantado de haber estado junto a la argentina más bonita. Comprobó que se deshacía de deseos por esa mujercita de manos pequeñas y andar grácil. Salieron las dos chicas adelante, mientras que los hombres caminaron detrás. Le iba a contar a Quique lo feliz que se sentía por esa pequeña aventura, lo agradecido que estaba de que le hubiera presentado a esa dulzura de mujer y la impaciencia que tenía por seguir la historia...Pero Quique, como buen porteño, habló primero:
- Tenés suerte, macho – le dijo- La rubia está muerta con vos, y a mi mujer le caíste re-bien. Cómo te envidio... ¡las porteñas se derriten por los extranjeros!

viernes, 4 de septiembre de 2009

Hombres de todas edades


La buena noticia es que la vida siempre te da oportunidades. Y mientras perdiste la juventud esperando el Amor de tu Vida, fuiste creciendo . Y aunque el Amor de tu Vida nunca haya llegado, con la edad se te va ampliando la cantidad de hombres con los que podrías tener un romance Entonces, en vez de tener un solo Amor de la Vida ….¡ podrás tener muchos, y de todas las edades!
Después de los 30 años la cantidad de candidatos masculinos a nuestra disposición, se amplía enormemente.
Es mejor crecer
Cuando teníamos 20 años, los de más de 25 nos parecían viejos
El abanico de posibilidades masculinas se nos dispara como un torpedo...
Los jovencitos fantasean con nosotras,
Todos ganarían con el destape: los varones a quienes siempre les gustaron las maduras harían realidad sus sueños edípicos, y nosotras ganamos ampliando nuestro espectro de elección.
Históricamente las mujeres salieron con hombres mayores que ellas, porque ellas maduran antes, ellos después y por eso les lleva más tiempo hacer algún dinero que nos prometa una calidad de vida interesante a su lado. Nos atrajeron siempre los hombres mayores porque buscábamos hombres independientes y mentalmente maduros .Con el tiempo, las mujeres descubrimos que los años cronológicos de un hombre no son ninguna garantía de madurez mental. Por eso, la idea de noviar con jovencitos nos empezó a parecer algo posible.
Salir con un hombre más joven tiene varios atractivos:
- Nos reencontramos en la cama con alguien que aún tienen un cuerpo fibroso y ágil, justo en la etapa en que los cuerpos de nuestros coetáneos cobran la consistencia de la gelatina.
- Tenemos a alguien cuyas imperiosas urgencias sexuales nos hacen sentir como una irresistible bomba sexual. Aunque a veces esas urgencias se deben más a las hormonas de ellos que a nuestros atractivos. ¡Pero ese riesgo también existía cuando teníamos 18 años!
- Volvemos a revivir nuestros años de juventud estando con alguien terriblemente joven.

Ahora bien, si vamos a contar la verdad, es que los hombres jóvenes pecan, justamente, de portación de juventud. Nos cautivan, se entusiasman, nos adoran, nos seducen, nos juran amor eterno y un buen día demuestran que han llenado nuestra vida de magia: como buenos magos, nos echan unos polvos y desaparecen.
Su exceso de entusiasmo dura todo el tiempo en que salgas con él, en el sentido estricto de la palabra. Cuando luego de un tiempo de salidas, empiezas a desear entrar con él, la cosa se complica, y el chico se asusta. Porque él te quiere para estar afuera, o en la cama, sin términos medios. Nada de cumpleaños de amigos, almuerzos familiares ni bautismos de la ahijada.
Es el momento en que una empieza a perseguirse con preguntas absurdas: “¿Qué hice mal? ¿ Lo presioné demasiado?¿ Se contracturó la espalda al colgarme los estantes?”
Nada de lo que imagines es la verdadera razón de su huida estrepitosa.
La causa del fin de un sueño que duró poco es que él sólo quería pasarla bien, tener un lindo romance, robarte unos compacts, pedirte que le salgas de garante para una hipoteca... y basta.
Tal vez empezó a pensar demasiado en ti, creyó enamorarse de veras... y no se sintió emocionalmente preparado para cumplir con tus expectativas de “novio formal”.
Pero eso tampoco es consecuencia de salir con uno de 20... ¡todo eso mismo te puede pasar con uno de 50!
El mundo está lleno de vejetes que tampoco se sienten emocionalmente maduros para pasar a cierto nivel de permanencia y compromiso. Y encima, sexualmente son mucho menos efectivos.
Pero también está lleno de vejetes que querrían estar contigo.
Sólo es cuestión de mostrarse accesible, tratar de conocerlos de a poco y con cautela , no pedirles que te cuelguen las alacenas en el primer día de salida, y no ponerte sola porque cada tanto coquetee con alguna de su edad . Demi Moore sabe muy bien que cualquier muchachita le quitaría con gusto al guapo de Ashton Kutchner …¡pero él está con ella!
A medida que creces, tienes más hombres disponibles . Los jóvenes te harán sentir más joven y los mayores también, pues junto a un hombre grande siempre serás tú la jovencita.
Lo bueno de cumplir años es que todos los hombres del planeta están ahí para una: los mayores, los menores, los de tu edad, y los de la edad de tu hijo. A los 20 no te atraían los de 50, que luego sí te interesan. Y te puedes enredar con uno de 20, siempre y cuando uses buenas cortinas en la ventana donde entra el sol y luces bajas en tu habitación. Eso sí: nunca le digas que te duele la cabeza... Pero... ¿ cómo imaginar que te pueda doler?

Con el tiempo una mujer ve cosas en los demás que una de 20 no puede ver. Así como antes una tenía que hacer un esfuerzo para tratar de conformarse con uno que no era igual a Alain Delon, ahora tiene que hacer un esfuerzo para no caer en los brazos de cada sujeto que la mire dulcemente a los ojos.
Lo mejor es que te sientes más segura de ti misma, y por eso es más difícil que ye lastimen. Y como es más difícil que te lastimen, le pierdes el miedo a los hombres., Y como les pierdes el miedo, los amas más .
¿ Estás por cumplir años? No te deprimas, que viene lo mejor : hombres de TODAS las edades.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Golosos en la cama : para comerte mejor


“La mayoría de las mujeres creen que su pareja es el mayor amante del mundo, solo que aún no lo han pescado siéndolo.”

Andá a lavar los platos
La mujer de este siglo, sólo se tiene tiempo para hacer una cosa a la vez. : trabajar o estudiar. Pero como la mayoría hacen ambas cosas, apenas tienen algunos minutos libres en el día como para tumbarse agotada frente al televisor a ver bodrios cuando llega a su casa. De comer, ni hablar. A veces el cansancio acaba hasta con el hambre. Y si no nos dan las fuerzas para comer, menos aún las tenemos para cocinar.
¿Hacer el amor? Pasadas las vacaciones, es una utopía tan distante como la de que George Clooney nos golpee la puerta de casa con un ramo de rosas en la mano. Cuando no hay energías para nada, las pocas que quedan hay que saber distribuirlas y focalizarlas. Cuando tenemos un rato libre un viernes a la noche…¿Nos ponemos a cocinar calamares rellenos con dos salsas distintas en vez de acurrucarnos en la cama con nuestro maridito? No, porque para cuando terminamos de picar cebolla, rallar queso, freír verdura, batir huevos, revolver ollas, poner la mesa, servir a todos, lavar platos y utensilios y guardar todo nuevamente en su lugar, de lo único que nos quedan ganas es de roncar a pata suelta. Y eso, suponiendo que los calamares no se hayan enroscado en nuestro hígado.
Con esto queda demostrado que la comida es la primer enemiga del sexo. En los escasos minutos libres semanales que tiene una pareja que trabaja, sólo se puede hacer una de las dos cosas: la comida o el amor.
No hay tiempo material para ambas, considerando que hacer el amor como la gente es una tarea laboriosa que lleva casi tanto tiempo como rellenar calamares.



¿Besitos o escalopes?

Comer afuera tampoco logra que la alimentación no anule la intimidad.
Sean matrimonios, parejas de solteros, amantes,
o novios formales, para todos vale lo mismo: o hacen el amor , o van a comer afuera. Las dos cosas no se pueden hacer, porque seguramente una de las dos saldrá mal
Veamos por qué; si deciden cenar primero, entre que eligen restaurante, mesa y menú, esperan que los sirvan, comen, esperan que el mozo los atienda, piden e! postre, esperan otra vez, piden el café, esperan nuevamente, piden la cuenta, pagan, esperan el vuelto …se les va el único tiempo libre que tenían para hacer el amor .
Se les fue la noche, y encima están pesados, cansados, embotados por el vino, y con ganas de ir a la cama…para dormir como troncos. Comer o no comer, esa es la cuestión. ¿Qué hacer entonces? Simplemente, cuando se ama no se come, y viceversa.
Dicen los expertos en finanzas que a los almuerzos de negocios hay que ir ligeros de estómago, con el mayor hambre posible, pedir platos pesados y mucho vino para la persona con la que tenemos que cerrar trato, e incitarlo a comer mucho mientras nosotros nos limitamos a mordisquear lechuga . Para cuando llegue la hora del café y de firmar papeles, el otro estará abotagado y con ganas de dormir la siesta. Habrá perdido su impulso asesino, y firmará todo alegremente, sin leer la letra chica del contrato. Pero como uno sigue con hambre y con la adrenalina a tope para obtener algo que se la quite, estará más alerta y ambicioso, y cerrará el negocio para su propia conveniencia. O sea que el hambriento se porta como un lobo y el satisfecho, como una oveja. Y gana el hambriento.
Con el hambre sexual sucede lo mismo. De hecho, a veces el sexo suplanta al guiso, cuando este escasea. Uno está más dispuesto a cazar a su presa sexual, seducirla y conquistarla cuando tiene hambre que cuando está satisfecho. Intentá hacer el amor con un hombre que comió demasiado: será casi imposible, porque preferirá dormir. ( Bueno en honor a la verdad , el que comió poco también) De hecho, el exceso de alcohol en las comidas disminuye la posibilidad de las erecciones y aleja la posibilidad del orgasmo, hasta llevarlo al terreno de lo imposible.
En esto hay que tomar una decisión: o comemos, olvidando todo nuestro deseo sexual y poniendo toda nuestra libido en un lomo a la Eduardo VI con papas noisette, o hacemos el amor con la panza vacía, poniendo la libido en el lomo de nuestro acompañante. De todos modos, ésa también es una manera de saciar las ganas de carne.
Pero lo que definitivamente no se puede hacer, es ser un ama de casa de las que esperan al maridito con la comida hecha y caliente, y a la vez una de las que lo esperan desnudas y calientes en la cama deshecha. Hay que elegir: o pasar un poco de hambre y que el perfume de ella y el olor de la piel de él los una en un largo beso, o acostarse con la panza llena y que el olor a frito y el aliento a cebolla de ambos tos aleje a los extremos opuestos de la cama.


Para chuparse los dedos


Ante la posibilidad de que la mayoría de los lectores prefieran los placeres de la cama a los placeres de la mesa -cosa que creo posible, ya que un amigo me confesó que lo mejor de la vida es el orgasmo, seguido en segundo puesto por el chocolate belga o el dulce de leche argentino comido a cucharadas-, puedo sugerir un par de soluciones como para reponer energías y hacer el amor a la vez, sin bajar veinte kilos en un mes ni sobresaltarse ante los rugidos estentóreos del estómago vacío del compañero en la quietud de la noche.
Lo ideal es comer algo que no interrumpa el clima de romanticismo.
Para ello, hay que tener bien a mano bocados ricos en calorías -para recuperar la energía perdida- que se puedan comer fácilmente (NO a la comida china con palitos, ni a los mejillones con cáscara), y que no impliquen tener que lavar pilas de ollas, platos y sartenes grasientos apenas se sale del éxtasis.
Tiene que ser algo que se sirva y coma rápido para no arruinar el ambiente de seducción pelando, picando y friendo cosas en la cocina, donde los perfumes distan mucho de ser de Paco Rabanne y son más de rábano, a secas. Además, dentro de la cocina, uno se arriesga a que las frases más sexy que se puedan intercambiar sean “ ¿Dónde metiste el pelapapas?” , "Esta cebolla está podrida” o "¡Caray, me corté un dedo!", cosa que no ayuda a aumentar el clima erótico.
Los platos sensuales deben ser algo pasible de degustar en la cama, con los cuerpos ensamblados, chupándose los dedos entre las sábanas . No deben ser platos enchastrosos que nos obliguen a salir de la cama corriendo a lavarse las manos. Ya se sabe lo peligrosas que son estas salidas abruptas del lecho de amor, que jamás garantizan el regreso del compañero, dado que éste puede aprovechar la retirada para hacer una llamada telefónica o mirar cómo va el partido por televisión. Estas escapadas sí son la muerte segura del momento romántico, ya que dan por terminado el encuentro carnal y ocasionan no poco resentimiento en quien se quedó esperando en la cama con el bocado en la mano.
Otro detalle que hay que tener en cuenta a la hora de comer en el lecho, es que el alimento elegido no produzca un aliento muy fuerte, cosa que también da por tierra con los espíritus más fervorosos.
, Igualmente hay que recordar que no es en absoluto conveniente optar por sustancias alimenticias que dejen migas desparramadas por la cama, que molestan, pinchan y no dejan pensar en otra cosa que no sea “Esperá que la sacudo” , "Me pincha algo en la espalda" o "¿Por qué cuernos se te ocurrió comer papas fritas?" .
Las comidas sexy no deben servirse calientes, porque si se queman !a lengua los amantes perderán sensibilidad en ella por el resto del tiempo compartido. O lo que es peor, se quejarán toda la noche…y ya sabemos que la queja es el mayor enemigo del erotismo.
En lo posible, el alimento debe estar previamente cortado, cosa de no tener que portar filosas armas blancas en la cama frente a la vulnerable desnudez de nuestro compañero, cosa que le llenaría de zozobra. La zozobra también atenta contra la intimidad.
Tampoco deben consumirse alimentos de los que dejan antiestéticas hilachitas y restos visibles en los intersticios dentales, por lo que quedan descartados el pollo, la carne asada, los choclos, la lechuga, las espinacas, la rúcula y las acelgas.¿ Qué fantasía sexual resiste la visión de una lechuguita entre los dientes de nuestro amante?
Como vemos, el pobre erotismo tiene más enemigos que aliados.
Veamos si le encontramos algún amigo para que no muerta en el primer intento de alimentarse de a dos.


Miguitas en la cama
Hagamos un poco de historia: ¿cuál fue el período más sexy de la historia de la humanidad? Sin duda, fue la época del Imperio Romano. Este etapa es famosa hasta hoy por su decadencia, sus perversiones, sus emperadores degenerados (Calígula y toda la cría), sus casas de masaje clamadas eufemísticamente "Termas de Caracalla" y sus pinturas eróticas en la Villa de los Misterios de Herculano, cerca de Pompeya.
¿Y qué comía esta gente de tanta experiencia sexual? ¿Cómo que no sabes? ¿No has visto los clásicos del cine romanos "Quo Vadis" o "El manto sagrado", o "Cleopatra", con Elizabeth Taylor? Como muchos mosaicos de la época lo atestiguan,los romanos se convidaban uvas mutuamente, apuntando el racimo a la boquita entreabierta del amante hambriento. Hay excitación, lujuria y voluptuosidad en torno al hecho de una boca entreabierta esperando una jugosa uva, que ya fue explotado en la película "Nueve Semanas y Media" con un éxito de taquilla que indica que los romanos no estaban para nada equivocados. Los romanos comían acostados, apoyados sobre un codo y rodeados de almohadones. NO lo hacían así porque fuera más cómodo que sentarse a una mesa, sino porque es tan difícil comer así , que obligaban a su sequito de esclavos a zumbarles alrededor llenándoles las copas, cortando bocados y dándoselos casi en la boca. Era una manera detentar el poder y obligar al siervo a ser servil. En el sexo también hay mucho poder y servilismo. Todo amante se tumba en la cama para hacerle algo al otro, pero también con toda la expectativa de esperar a ver “qué me haces tú” , con qué me sorprenderás. De hecho, las técnicas de bondage (vendarse los ojos y atar las manos del amante) no suponen someter al otro como a un esclavo, sino, por el contrario, ser quien tiene ojos abiertos y manos libre el esclavo del que está inmovilizado. A ese que poco puede hacer le tendrás que hacer todo, y su placer residirá en no hacer nada de nada, y limitarse a sentir placer, como un emperador romano al que le dan las uvas en la boca. Así que ya lo sabéis: conseguid uvas jugosas. Cuando el frutero de la esquina note que te estás poniendo pesado eligiendo las mejores uvas, todo el vecindario sabrá que estás mejorando tu vida sexual.
Le sigue en el ranking, y de cerca, un alimento también italiano, pero más actual en el tiempo, que es el helado. El helado es algo que deleita a todo el mundo, se come fácil porque parece sólido, y se desliza sensualmente por la garganta. El tema de convidarse chupaditas nos da, además, tema de conversación y entretenimiento para rato. El único problema reside en que es algo que chorrea cuando se empieza a derretir. Y a nadie le gusta revolcarse sobre una mancha de chocolate con pasas al rhum, salvo que las moscas tomen parte del juego erótico. Esto se soluciona sacándolo bien durito de la heladera y devorándolo con celeridad. Y teniendo servilletas y repasadores a mano, por las dudas.


Pizza de chocolate


Tercero en el ranking sigue el chocolate, que para muchos es el primero. El nombre científico de la semilla que le da origen en Teobroma Cacao, que significa “ Alimento de los dioses” . Es un alimento sensual, que se desliza por la boca con textura aterciopelada, baja por la garganta con calidez, mejora el aliento y promueve las ganas de besarse, porque pocas cosas son más agradables que saborear una boca chocolatosa . Además, tiene los elementos químicos que se hallan en las hormonas que segrega nuestro cerebro cuando estamos enamorados, y nos estimula a enamorarnos más aún de la persona que nos da esa dulce masa suiza entre los labios. No es casual que los enamorados regalen chocolates, o que nos arrojemos a un Toblerone de medio kilo cuando sufrimos penas de amor .
Para quienes no sois amantes de los dulces, una buena pizza de muzzarella puede ser un deleite en la cama siempre y cuando hayáis entrado en tal nivel de confianza que los hilos de queso derretido sena un motivo de hilaridad y no de bochorno porque se te pegan en el pelo o los bigotes.
Claro que estoy dando por sentado que si te llevas a alguien a la cama será una persona con la que puedas reírte de los hilos de muzzarella, no alguien para quien esto sea un fastidio, una vergüenza o se enfade porque a ti te ha tocado más queso en la porción que a él. Es más: un corolario para el buen sexo sería justamente “Jamás te acuestes con alguien con quien no puedas comer una pizza en la cama”.
Las mejores relaciones se dan entre personas que resisten el hecho poco erótico de buscar una aceituna que cayó detrás de la cama, encontrar el palmito dentro de la almohada o buscar una anchoa dentro de un zapato.
Si en vez de divertirse, se sienten incómodos con esto, no cambies de menú : cambiá de amante.Porque lo que más importa es que estés con alguien que te haga agua la boca.

Tenemos poco tiempo en la vida, así que hay que elegir qué se hace primero: la comida o el amor. No hay tiempo para las dos cosas, ni aunque salgas a comer afuera . entre que se elige restaurante, mesa y menú, esperan que los sirvan, comen, esperan que el mozo los atienda, piden el postre, esperan otra vez, piden el café, esperan nuevamente, piden la cuenta, pagan, esperan el vuelto …se les va el único tiempo libre que tenían para hacer el amor . Se les fue la noche, y encima están pesados, cansados, embotados por el vino y con ganas de ir a la cama, pero para dormir como troncos. Comer o no comer, esa es la cuestión. ¿Qué hacer entonces? Simplemente, cuando se ama no se come, y viceversa.
A veces el sexo suplanta la comida cuando ésta escasea.
Uno está más dispuesto a cazar a su presa sexual, seducirla y conquistarla cuando tiene hambre que cuando está satisfecho. Intenta hacer el amor con un hombre que comió demasiado: será casi imposible, porque él preferirá dormir.
Para matar dos pájaros de un tiro, comer en la cama es algo que no interrumpe el clima de romanticismo.
Pero no cualquier comida es comida sensual. La comida de cama debe tratarse de bocados ricos que se puedan comer fácilmente .No deben ser platos enchastrosos ni deben dejar migas, ni mal aliento.
¿ Entonces qué comemos en la cama?
Hagamos un poco de historia: ¿cuál fue el período más sexy de la historia de la humanidad? Sin duda, fue la época del Imperio Romano. Este etapa es famosa hasta hoy por su decadencia, sus perversiones, sus emperadores degenerados (Calígula y toda la cría), sus casas de masaje y sus pinturas eróticas
¿Y qué comía esta gente de tanta experiencia sexual?
Uvas que se desgranaban y se ponían sensualmente en la boca del amado. O sea que la comida sensual es la que se come sin cucharas, de mano a boca.
La comida sexy por excelencia es el helado y el chocolate, que es el alimento de lod dioses y nos llena la boca de ganas de besar .
La pizza es otro deleite de cama. Es más, yo diría: “Jamás te acuestes con alguien con quien no puedas comer una pizza en la cama”. Las mejores relaciones se dan entre personas que resisten el hecho poco erótico de buscar una aceituna que cayó detrás de la cama, o buscar una anchoa dentro de un zapato.
Si en vez de divertirse, se sienten incómodos con esto, no cambies de menú : cambiá de amante.
Finalmente, la comida importa poco en la cama . Lo que importa es que aquel con quien estés... te haga agua la boca.

Hay que abrazarse más


Estar con un hombre implica tener la capacidad de saber comunicarse sin palabras, como hacen ellos. Porque si les pides que te hablen , te responden "¿De que quieres que te hable?" , lo que es irritante , y corta toda comunicación. Claro que no es muy elegante pedirle a nadie que te hable, pero , ¿ de que otro modo te entertienes con otro ser humano, que si fuera por el , tesometeria a un silencio de 10 horas, solamente interrumpido por bostezos?
Los hombres no hablan , para desgracia de las mujeres ...
Ellos no te dicen “soy feliz”, sino que dicen “¡Ahhhhhhh!” mientras se tumban en un sofá.
No se ofenden: dicen “Uf”.
No te dicen que te aprecian; te guiñan el ojo.
No te dicen que estás bonita: te lanzan un silbido.
No te dicen que están deprimidos u ofendidos: se duermen.
Y si se conmueven, te abrazan.
Nadie le presta mucha atención a los abrazos, pero los abrazos tienen el poder de convertir un mal día en un día luminoso. Los abrazos salen del corazón. Un beso, un apretón de manos o una sonrisa se pueden fingir… ¡pero es muy difícil fingir un abrazo! Alguien podrá decirnos “¿Quien te dio permiso para darme un beso?”, pero es mucho más raro que alguien nos diga “¿Quién te dio permiso para abrazarme?”. Porque un abrazo siempre sienta bien. No es una demanda sexual, como puede ser un ambivalente beso, sino una señal de afecto personal puro. Siempre es lindo que te abracen.
Tengo la impresión de que si las mujeres van tan seguido a la peluquería, al gimnasio y a la masajista, no es porque quieran tener el pelo en perfectas condiciones ni la piel tonificada, sino porque no tienen quién las abrace, Al menos éstos profesionales las tocan (¡y hasta les cobran por hacerlo!). Muchos jóvenes tienen un debut sexual precoz no por sus urgencias sexuales sino porque necesitaban que alguien los abrace”.
Y si miramos al reino animal, ellos no paran de abrazarse: el elefante engancha su trompa en el de adelante o el de atrás, y leones, gorilas y focas andan siempre unos encima de los otros, abrazándose y toqueteándose para reafirmar su identidad, su seguridad y su autoestima. Estar pegoteados significa sobrevivir, porque los depredadores buscan a los solitarios rezagados. Estar juntos da una sensación de bienestar.
Del mismo modo, un hombre se siente mejor si lo abrazas, o al menos lo tomas del brazo andando por la calle. Hay investigaciones que demostraron que después de un abrazo de 20 segundos, el cerebro segrega una hormona llamada oxitocina que nos hace sentir intensamente ligados a quien nos abrazó. Así que basta un abrazo de 20 segundos para que todo ande bien en la pareja. Aunque él – como todo hombre - no pueda definir bien qué es.

lunes, 10 de agosto de 2009

Casada con Laura -. Cuento erótico de Ana von Rebeur

No sé qué historia te va contar ella. Pero yo prefiero decirte la verdad.
Yo a Laura la sigo queriendo como el primer día. De hecho, creo que es la única mujer que quise de verdad. Tuvimos la enorme suerte de ser primero amigas y después pareja. Está bien que le hice una trampita, pero fue por amor. Ella no lo entendió así, y se puso paranoica, pensando que me pasaría la vida engañándola. Si te dijo que yo le mentí cuando le dije que era la primera mujer en mi vida, es cierto. Le mentí. Pero le mentí sabiendo que le encantaría pensar eso. Le mentí como quien da un regalo. Después de todo, todos los regalos son mentira. Un pañuelo es un cacho de tela, un libro es papeles, los bombones, por bien envueltos que estén, son chocolate con formitas. El acto de dar es lo que adorna. Bueno, yo le di esa mentira. Cambié el orden de los acontecimientos, si querés. Yo hubiera querido que ella fuese la primera., y así actué, como borrando todo lo anterior. Y fingí, para darle un gusto, qué se yo.
Laura es una mina grande, de experiencia, pero muy insegura. Creo que los años le caen fatal. Cree que porque soy más joven la voy a dejar por otra. Pero si yo estoy bien con ella, ¿por qué otra la voy a dejar? ¿Que más quiero yo que lo nuestro dure para siempre?
Yo nunca me tomé este tema de las relaciones muy en serio.
Primero, porque no me gustaba ningún chico. Ni pensaba en sexo. Solo quería tener amigos. Supongo que habré tenido un despertar sexual tardío. Después me di cuenta de que ciertas chicas sabían más de mí que lo que yo misma sabía. Yo les gustaba. Y gustar siempre es bueno. Eso me halagaba. A mi, que siempre me consideraron medio rea y rebelde, que me miraran con dulzura y me trataran bien, me resultaba muy nuevo, muy agradable .Y si una mina linda se fija en vos, te trata bien y te mima, tanto mejor. No me iba a resistir .Me dejé querer. Nos hacíamos amigas intimas. Y si ellas querían tocarme, yo las dejaba. Después, me copiaba de lo que ellas me hacían, para tratarlas igual. La verdad es que la pasé bien. ¿Viste que parezco mucho más chica de lo que soy? Bueno, creo que las chicas medio como que me adoptaban, más como hija que como amante. Muchos mimos, pero nada de “amor de mi vida”, nada de eso. Por eso Laura no tendría que angustiarse pensando en mi pasado. Yo me sentía virgen hasta que la conocí. Sólo cuando la conocí a ella, tan mujerzota, tan impactante, sentí reales deseos por una mujer, ganas de que fuera solo mía, ganas de voltearla, como quien dice. Decime si no tiene una boca como para mordérsela todo el día. Y unos ojos redulces.
Lo nuestro siempre anduvo muy bien, salvo por sus celos, Yo nunca pensé en serle infiel. No es culpa mía que las minas me miren. Será porque soy rara, qué se yo. Pero yo la elijo a Laura, y la volvería a elegir mil veces. No sé como explicarte que entre nosotras no hay problemas. Nos llevamos realmente bien. Tenemos los mismos gustos, los mismos ritmos, las mismas locuras. Decime qué mina se banca que la pases a buscar con un bolsito al trabajo y le digas “nos vamos a las Cataratas”, te diga que sí y largue todo. Decime con qué mina podés decidir pintar toda la casa de violeta y que no se queje. Decime con qué mina podés amasar ñoquis de calabaza toda una tarde y cagarte de risa porque llenaste todo de harina. Y con qué mujer podés pasarte un fin de semana mirando películas antiguas de Bela Lugosi, y que no diga que sos un plomo .Con Laura la paso bien en cualquier parte. Haciendo un picnic en la plaza, chusmeando en anticuarios, y hasta mirando llover en un café. La pasamos bien hasta en el hospital cuando su tía estuvo internada. Somos tan locas por los bichos que a veces pasamos un sábado entero recorriendo veterinarias, para mirar cachorritos y pececitos de colores. Otra te saca rajando con ese plan. Hasta estábamos por comprar un perro que nos haga de hijo. Y después, quién sabe, tal vez nos poníamos a buscar un bebé. Yo no me veo como madre ni a palos, pese a que soy la que tienen mejor edad de quedar embarazada. Yo le digo que tendría que ser ella la que quede embarazada, que es tan tierna, blandita y mamota. Y ella no quiere, tiene miedo del parto. Ves, ese si es un tema fuerte a resolver que nos quedó pendiente. Y si eso se habló es porque lo nuestro era auténtico y serio. Qué tema que una no calcula al ponerse de novia, ¿ no? ¡Una no puede ponerse a hablar de quién de las dos va a quedar embarazada cuando recién conoce una mina! Ni siquiera sabés si te vas a llevar bien, qué vas a hablar de hijos.
Fue una maravilla como nos repartimos los roles. Yo hacía todo lo de fuerza bruta porque flaca como me ves, te levanto un camión. Y ella hacía todo lo delicado y minucioso: coser, cocinar, decorar, porque es mucho más obsesiva que yo. Si yo me pongo a bailar por el living y ella después agarra el secador con el trapo y limpia todo, porque dice que no sabe donde me meto, que siempre vengo con tierra en los zapatos. Así que, como ves, nuestros roles van cambiando. Somos una pareja democrática. ¿O tengo que decir que lo fuimos?
Qué tristeza, dios mío. Es una pena que ella ya no confíe en mí. Por una mentira la primera vez, no significa que todo el resto haya sido mentira. Yo no fingí estar bien con ella. Estaba bien. Me encantaba estar casada con Laura. No me imagino conviviendo con otra persona, ni volviendo a lo de mis viejos, que no la podían ni ver. Yo me hice la sorprendida esa primera noche con ella, porque soy actriz. Y me salió bien. Y estaba chocha de que me saliera tan bien como para que ella, tan perceptiva, se lo creyera. Significa que soy buena actriz, ¿no? No me mires así. Ya entendí. Significa que soy buena pelotuda.
Y ahora, además, Laura se enteró de mi historia con Rocío. Y no se la pude negar. Que pasó, pasó, pero hace siglos. ¿Para qué le iba a contar, con lo celosa que es? Por no haberle contado, empezó a pensar que tuve una historia con cada mina que le mencioné alguna vez. ¿Cuándo voy a meterle los cuernos, si voy del trabajo a casa y de casa al trabajo? ¿Cuando iba a estar con otra, si cuando tenía un rato libre la pasaba a buscar por la oficina para ir a almorzar juntas? Yo sé que ella es franca y transparente y no tolera el engaño. Pero esa vez que le dije que era mi primera vez., lo hice como jugando. Ni siquiera la conocía, todavía. No quería estafarla, como dice ella. Lo hice de pendeja. Si podés, decíselo, por favor..
Vos pensarás que estoy chocha de que me haya dado una patada en el culo, de estar libre y soltera otra vez .No sé por qué todos piensan eso. Doy un look de loquita, nada más, por esto del pelo fucsia. Pero así como parezco liberada y zarpada, soy muy conservadora. No me interesa la noche ni el reviente. Está muy difícil eso de encontrar… no digamos una novia, sino una amiga de confianza. La gente se tiene miedo. Más en el ambiente gay. De entrada, no hay mucho para elegir. Tenés las que te quieren para una noche, o las que se te cuelgan del cuello sin importarles que vos te enamores o no. Ahora hay una nueva especie: las que quieren probar con una mina para ratonear al novio. Son las peores. Hacen papelones sin parar. Patéticas.
Esto antes no pasaba. Ahora estamos todos muy liberados, pero el precio de tanta libertad lo estamos pagando bien caro. Antes Virginia Wolf se enamoraba de Vita Sackville West porque Vita era bella y brillante. Ahora tenés que enganchar lo primero que salga de la bolsa de papas. Esto de salir de levante se está pareciendo a un deporte, no una búsqueda de conocer personas reales. Las revistas hablan de eso, los libros hablan de eso, la moda habla de eso, Parecemos obsesionados con el sexo y el amor, buscando pareja donde a nadie le importa realmente conocer al otro. Encima, salir con alguien es caro. Tenés que gastar celu con una desconocida, mailearle, invitarla con un trago, un cine, un taxi, un telo. Cuando te querés acordar, te gastaste 100 mangos en una boluda que sólo habla de sus traumas de la infancia y de zapatos. No, si esa ya la viví y me aburrí como loca. No me gusta ir de levante. Es creer que el amor es pedirle a una perfecta desconocida que haga realidad tus más íntimos deseos. Una locura. No puede haber peor preparación para el amor y el matrimonio que esta búsqueda idiota por la pareja perfecta. ¿Acaso alguien va a ser perfecta porque me gusta como le cae el pelo en la cara? ¿Va a ser buena conmigo porque tiene buenas gomas? ¿Va a estimularme intelectualmente porque tiene todos los dientes bien alineados? ¿Se cree que me voy a enamorar de ella porque se viste como un macho? ¿Como encontrás a tu amor en un bar? Y, lo que es peor: ¿Por qué va una mina a un bar un jueves a la noche? ¿No labura, no estudia? ¿O piensa conocer a una borracha como ella, con quien compartir noches de vino y cirrosis?
Decile a Laura lo que te estoy diciendo. Decile que no me interesa estar sin ella. Que no me gusta salir de levante. Es un plomo. Si yo quisiera encontrar una compañía que valga la pena para parar de salir de levante, tendría que salir tres veces más para poder encontrar a alguien. La gente te entra por los ojos. Y digamos la verdad: no todas son lindas. Yo me paro ahí y miro, y me parece que eligieron ser gays porque nacieron con narices torcidas, cejas peludas y patas cortas. Convengamos que la mayoría de la gente es fea, y que los ojos en un bar solo ven los defectos. Yo no puedo saber si una petisa es ingeniera, forra, mística o una diosa en la cama. Entonces, para poder descubrir el valor debajo de un aspecto fulero, yo tendría que circular más, ir a más bares. Que es lo que más me revienta.
Creo que todas deberíamos dejar de salir de levante. Pero no podemos, porque la única manera de parar eso es conocer a alguien. Y para conocer a alguien hay que salir más, primero para conocer una mina y después para descubrir que hay debajo de su nariz torcida, porque tal vez es un tesoro. Encima, capaz que una sale veinte veces con la misma y estás bárbaro, y a la veintiuno se manda un moco de los que te hacen ver que la idealizaste, que te creías que ella era como querías que fuera. Pero no. Ella es como es. Si yo salgo ahora de levante, aunque sea sin ganas, voy a querer que todas sean como Laura, y eso es injusto para todas. Pobres minas, qué saben ellas de Laura y de su manera de hacer el café con maquinita a presión, y de cómo corta los pimpollos del balcón uno a uno, y de cómo se pasa crema por las manos. ¿Por qué le voy a pedir a una mina que le gusta la cumbia que disfrute viendo seis veces la misma película de Alain Resnais? ¿Qué culpa tiene de que me reviente que me sirvan café instantáneo? La única solución para prescindir de Laura sería que yo me adaptara a la cumbia o a comer sushi sin chistar, y no es lo que quiero. Quiero ser lo más parecida a mi misma. Bastante que una se adapta con eso de tener que salir de noche cuando te caés de sueño. No quiero salir más de levante. Y tampoco voy a volver a salir con Rocío. Ni con Elvira ni con Anahí, porque ya estuve con ellas y salí rajando. Ya sé de qué se trata. Eso es historia antigua .Cero cenizas donde hubo fuego, cero curiosidad. Decile a Laura esto.
Ni aunque quisiera, podría cambiar a Laura por otra. No tendría con quién., en parte porque Laura es única y en parte porque no hay minas. Esto no se lo vayas a decir. No entiendo por qué hay tan pocas lesbis en el mundo, si todo conspira para que una mujer sea lesbiana. Nuestro primero amor para todas, fue una mujer : mamá . Crecimos obsesionadas con sus tetas durante todo nuestro primer año de vida. En la tele y las revistas hay solo minas en bolas, provocando. Papá no nos dio ni pelota. Los hombres son toscos, y desprecian a las mujeres. Y lo primero que nos enseñaron a cantar es un himno lésbico: “Arroz con leche, me quiero casar con una señorita de San Nicolás. Yo soy la viudita del barrio de rey, me quiero casar y no sé con quién. Con esta sí , con esta no, con esta señorita me caso yo.” Y yo me caso con Laura. Aunque sea, para no tener que salir nunca más de levante en la vida. Ojo, no le vayas a contar que te dije eso.
La única forma de no tener que salir de levante es enamorarse. Y yo ya estoy enamorada de Laura. Es cierto que ya no es la cosa loca de los primeros tiempos, de desnudarnos en la cocina. Como en toda relación larga, llegamos a un punto en que no nos tiemblan las rodillas al vernos, pero nos gusta escuchar la voz de la otra en el teléfono. Más bien lo nuestro es una amistad con sexo. Y me encanta que así sea. Le saca la histeria al tema. Le saca la obligación de estar siempre cachondas. Vamos, seamos realistas, después de los 21, una no está siempre cachonda, A veces tenés más ganas de alquilar una linda película. Yo me alegro cuando Lauri llega, ella se alegra cuando yo llego. Ella sabe que la estoy esperando en casa y yo sé que ella me espera. A veces también me alegro cuando sale, y ella seguro se alegra de que me vaya y la deje un rato en paz, con la casa para ella sola. Cuando le digo esto se enoja, se cree que ya no la amo. Y no es así.
Por ejemplo, cuando pienso qué haría por ella que no haría por nadie más, yo creo que le donaría el hígado, un riñón o mi médula, si los necesitara y fueran tejidos compatibles. Quisiera que herede mis cosas. Quisiera criar un chico con ella, que alguien entre a disfrutar la buena onda que nos une. Quisiera conocer Egipto con ella. Y sólo con ella. Quisiera encontrar alguna loción que impida que se le caiga el pelo, con tal de no verla preocupada por eso. Quisiera conseguirle zapatos lindos y cómodos. Porque todos los zapatos lindos le resultan incómodos. Y crema chantilly que no engorde.
Quisiera que sus rosas trepadoras en el balcón se llenen de capullos todo el año, porque eso la alegra muchísimo. Quisiera que saquen el locutorio de abajo y en su lugar pongan una panadería, porque ella adora el olor a pan recién hecho. Quisiera aprender francés, porque a ella le encanta como suena. No seas loca, no anotes esto, que son tonterías que se me ocurren ahora. No estoy llorando, es una basurita que me encontró en el ojo. Si, si… también quisiera llorar con Laura. Y pedirle perdón por la cagada que me mandé aquella primera vez. Y decirle que la quiero, porque es cierto que no se lo digo todo lo que ella querría que se lo diga.
Bueno, si me dice que vuelva, que se agarre, porque se lo voy a decir cien veces por día. Se va a hartar de escucharlo.
Pero si ella no me quiere ver más, yo voy a quedarme acá con vos hasta que me eches. O hasta que encuentre algún departamento cerca de lo de Laura, así la veo por la calle, por lo menos. No me interesa conocer a nadie más. Moriré sola en mi departamento, ya anciana, arrugada, hecha mierda, apretando la foto de Lauri a mi pecho. Los vecinos lo sabrán porque llamarán a la policía avisando que sale mal olor del tercero “C”. Les va a costar reconocerme, porque el perro me habrá comido la cara. Eso sí, decíselo, que le va impresionar. Ja, si me la enganché a Lauri con una mentira, capaz que ahora la recupero con una culpa… ¿No te parece?

Cómo enamorar a la chica de tus sueños


Cómo enamorar a la chica de tus sueños
Antes de empezar cualquier catálogo de consejos para que conquistes a la mujer de tu vida, conviene dejar claro que la mejor recomendación que existe es que seas tú mismo. La naturalidad es la cualidad que más debes desarrollar para que tengas éxito en estas lides, por lo que, en realidad, cualquier accesorio más es completamente inútil. Pero no te preocupes, si lo que tú quieres es un decálogo de consejos para que esa chica tan especial caiga a tus pies, sigue leyendo. Poniéndolo en práctica, no dudes que la tendrás en el bote mucho antes de lo que te imaginas.
1.- Limpieza. Lávate, pero, de verdad, no te eches colonia y ya. No. Hay que lavarse en condiciones, para que huelas a limpio y el amor de tu vida no salga espantado por el canto de tus alerones. Hay que dejar claro un asunto: lavarse no es quitarse lo sucio. El toque de colonia, una vez limpito, se vuelve opcional. Toque, repito, no baños ni vahos de after-shave: la repulsión puede darse tanto por exceso como por defecto. Limpio, pero no empalagoso.
2.- Seguridad. Te tienes que meter en la cabeza que eres el chico más interesante y simpático del mundo, aunque, tú y yo lo sabemos, ni te acerques a ese perfil de chico ideal. Repite conmigo: "Soy el mejor y lo voy a conseguir". Quizás así logres engañarla.

3.- Vestuario. Ojo con lo que te pones, que te estoy viendo. No, esa camiseta a rayas naranjas ni es bonita ni está de moda, a no ser que los años 80 vuelvan sin pudor a las pasarelas de España, cosa que dudo. Lo mejor es buscar algo que te haga parecer elegante, pero informal.
4.- Sensibilidad. Como en la limpieza, tampoco te pases en esto. Las poesías de Bécquer o de Juan Ramón Jiménez son el perfecto ejemplo de cómo buscar el fracaso: lo decimonónico en cuanto al estilo no mola en los tiempos que corren. Aun así, disimula un poco de sensibilidad y dulzura en todo lo que haces. Sí, lo importante, como puedes ver, es dejar de lado la testosterona y hacerse con algún kilito de estrógenos.
5.- Dialéctica. Desarrolla tu discurso de tal modo que encandiles con las palabras y escondas el fondo detrás de la forma. Así, tus maquiavélicos planes se verán eclipsados por una maravillosa apariencia de enamorado, que es lo que han practicado a lo largo de los siglos todos los galanes de la historia, como Don Juan, Casanova o Arturo Fernández.
6.- Saber escuchar. O aparentarlo. Lo mejor es poner cara de interesante mientras la chica te cuenta sus batallitas. Es lo que más aprecian las mujeres: un hombre que sepa escuchar y sea buen conversador, porque dos no hablan si uno no quiere.

7.- Detalles. Hay unanimidad en el sector femenino del Rincón del Vago en que lo que más seduce es un hombre detallista, que se fije en ellas, que se acuerde de las fechas señaladas, que las sorprenda con flores... Tampoco te pases y atosigues a piropos a la chica en cuestión. Como en todo, hay que encontrar un término medio.
8.- Educación. Relacionándolo con la sensibilidad, hay ciertos detalles que no se te deben pasar, como tener cuidado con el lenguaje (a no ser que sea ella la que hable como un camionero), con los mecanismos fisiológicos del ser humano, etc.: conviene que olvides cualquier demostración pública de expulsión de gases corporales, por ejemplo.

9.- Originalidad. No seas un seta e innova en tus costumbres. No hagas que la relación se convierta en un monótono suplicio o una aburrida rutina y sorpréndela haciendo algo nuevo. Asimismo, cuando asaltes al ser amado, no se te ocurra decir "¿Estudias o trabajas? En la sección de piropos tienes multitud de ejemplos con los que puedes ser original.
10.- Sinceridad. A pesar de todo lo dicho, olvida las apariencias. Como he señalado al inicio del reportaje, lo principal es que seas tú mismo y que seas sincero; difícil empresa, la verdad. Aun así, inténtalo. Si no le gusta cómo eres en realidad, la frivolidad y los consejos anteriores pueden servir de bien poco. De todas formas, ya sabes que el mar está lleno de peces. Sólo me queda desearte mucha suerte, que es lo que un hombre siempre necesita cuando se adentra en el universo misterioso de la feminidad.

¿Qué mira el hombre en una mujer?


¿Qué mira el hombre en una mujer?
Que los ojos son el espejo del alma es una idea bastante difundida y aceptada. Sin embargo, en el momento de la primera impresión, lo que importa es otra cosa.
Las mujeres tienden a identificar las manos en el sexo opuesto como un elemento erótico. En el caso de los hombres, partes más obvias y sexuales son las elegidas.

Eduardo Pino, sexólogo y urólogo de la clínica Androsex en Santiago de Chile, explica que, dependiendo del ángulo desde el cual se mire el cuerpo femenino, los hombres tienen claras preferencias de los lugares donde posar la vista: en un encuentro de frente, los senos son la primera prioridad; por el anverso, el trasero es la zona predilecta.
No se trata de una disfunción sexual ni de una fijación con ciertas partes del cuerpo, sino de una tendencia que se manifiesta en la mayoría de los varones al momento de mirar a una mujer cualquiera.
Y es que, según afirma el especialista, la primera aproximación masculina siempre tiene un carácter erótico o sexual.
El ideal
Luego que senos, trasero, cara (que comprende ojos, boca y dentadura), piernas y finalmente el conjunto hayan agradado al observador , éste puede considerar que se cumplen las características básicas para despertar el erotismo.
Es entonces cuando el hombre se siente preparado para completar su sueño en un cuerpo que encarna, al menos, un ideal físico.
Esta primera aproximación a la figura femenina se podría considerar como un condicionante biológico, en que tenderíamos a buscar ciertas características que debe tener el cuerpo de la pareja, especifica el sexólogo.
Sin embargo, reconoce que también existen factores aprendidos que se evidencian en hombres que tienen, por ejemplo, tres matrimonios en el cuerpo y cuyas diferentes parejas siguen, más o menos, un mismo perfil.
Si bien se pueden establecer las prioridades que siguen los hombres para apreciar las partes del cuerpo femenino, es claro que cada persona es distinta, por lo que sólo se puede hablar de patrones generales, a los que habitualmente llamamos clichés o estereotipos.
Holísticas y carnales
Según Pino, el estereotipo del macho insensible es tan común como la visión de una mujer delicada y emocional. Ambos clichés no hacen sino corroborar una realidad: los hombres son más físicos y las mujeres centradas en los aspectos más emocionales.
Y esta diferencia no se produce sólo por la tradición cultural de que las niñas han de jugar con muñecas y los niños con autitos.
El sexólogo explica que existe un trasfondo biológico, en el que los estudios muestran que el cerebro femenino tiene mayor cantidad de conexiones entre los dos hemisferios. Lo que redunda, por ejemplo, en la capacidad de ellas de hacer más de una cosa a la vez.
"Las mujeres tienen una estructura psicocerebral distinta, más holística", afirma el sexólogo. Esto hace que al momento que miran al hombre, se fijan en el conjunto de sus características y en algunos detalles menos obvios como las manos, la forma del rostro o la manera cómo se mueve.
Sin embargo, a juicio del especialista, la tendencia es que las nuevas generaciones modifiquen este padrón de conducta. Así, cada vez parece ser más común que hombres "holísticos" o mujeres "carnales" comiencen a insertarse a la sociedad.
Y, claro está, una cosa es reconocer las formas y superficies que atraen la vista y otra muy distinta la existencia de una comunicación fluida y de intereses o gustos comunes que den sustento a una relación amorosa.

Por qué no te llamas Charlotte - Historia de amor patagónico de Ana von Rebeur


Ahora eres pequeña y tal vez no lo entiendas, mi amor.
Pero sé que lo que se le cuenta a los niños les queda grabado en el alma, no en la memoria. Y esto es algo que tu alma tiene que entender, para que no creas lo que escuches por ahí, y para que no te sientas mal por haber elegido ese seudónimo para competir en el concurso de poesía. Porque con ese nombre jamás podrás ganar.
Todo empezó con un enorme cansancio. Los tatarabuelos estaban cansados de ser esclavos en el paraíso. Sus tierras eran colinas siempre verdes, llenas de flores fragantes en primavera, rodeadas de playas doradas y castillos majestuosos. Hacían música y poesías para concursar en el Eistedfod, igual que hacemos ahora, con rituales floridos, y bebían mead cuando se enamoraban. Pero eran pobres y perseguidos. Los ingleses los trataban como esclavos, y les prohibían usar su propia lengua. A su tierra le habían puesto el nombre de Wallas, que significaba “Extranjero”, de donde salió el nombre de Wales, o Gales, como se dice aquí en la Patagonia. Pero ellos a si mismo no le llamaban así, por supuesto, sino Cymru.
Empezaron a darse cuenta de que la única manera de poder tener su propia patria era fundándola en otro lado. Así, en 1865, 152 galeses de distintos pueblos zarparon de Liverpool en un barquito de velas blancas llamado, mirá que lindo, Mimosa, que es el nombre de una flor perfumada.
Los que se quedaron, estaban ansiosos por recibir noticias de los que iban llegando…¿Era todo tan bueno en la Patagonia, como contaban? ¿Se podía hacer una vida mejor? En la plaza del mercado de Pwhelli se comentaba que los recién llegados eran muy bienvenidos, que el gobierno argentino les daban cada tres personas 100 acres de tierra, 10 vacas, 5 caballos, 20 ovejas, herramientas de labranza, semillas y trigo suficiente para aguantar hasta la cosecha. Se decía que a los primeros colonos los indígenas les daban carne a cambio de pan con manteca, que para ellos era un bocado exótico como para los galeses pobres lo era la carne.
Entusiasmado por tanta buena nueva, el abuelo Harold comenzó a hablar cada vez más seguido de vender la zapatería y sus herramientas y largarse en el próximo tea clipper hacia ese mundo nuevo y sin ingleses. Lo mejor de todo es que no habría un solo ingles diez mil millas a la redonda, y eso solo bastaba para respirar felicidad. Pero la abuela Charlotte estaba cada día más asustada. Sabes, niña, como somos las mujeres: tenemos un sexto sentido que nos advierte el peligro. Aquí no hacia falta ser mujer para saber que todo era demasiado riesgoso. Y a ella algo le olía muy mal. Las noticias oficiales eran demasiado buenas para ser ciertas, y había escuchado que los recién llagados habían caminado millas para encontrar un río de aguas dulces, y aún así la primera cosecha fue desastrosa. Los colonos eran maestros, herreros, libreros, sastres, gente de ciudad. No sabían nada de agricultura. Sembraron las semillas en la arena, agotaron sus víveres. Muchos murieron de frío, fiebre y hambre. Pidieron ayuda al gobernador británico de las Malvinas y un buque socorrió sólo a algunos, porque no entraban todos. El resto se hartó de sufrir, y volvieron al golfo a esperar que algún barco los sacara de allí. Vivieron como Robinson Crusoe, en cuevas excavadas en los acantilados, durante tres meses hasta que llegaron víveres y herramientas para labrar la tierra en un barco cargado de colonos deseosos de quedarse, porque las noticias que venían de Cymru eran espantosas: otra vez los ingleses habían aumentado los impuestos a los galeses.
Charlotte sabía que la esposa del médico Henry Walsh ni siquiera pudo esperar la ayuda. No resistió el frío y la intemperie y murió de neumonía en sus brazos. Todos estaban tan débiles que apenas pudieron cavar la tierra con las manos y enterrar a Dorothy frente a las cuevas. Todavía se ve la lápida de piedra con la cruz celta, que algún alma tan previsora como pesimista había traído en el barco desde Cardiff. Walsh quedó loco de dolor y nadie quiso atenderse con él. Poco después se cayó de un acantilado, aunque muchos creen que se arrojó. Ella le advirtió todo esto a Harold, su marido, pero él ni la escuchó. El solo escuchaba las buenas noticias.
Una mañana Harold leyó en el periódico lo que necesitaba para acabar de decidirse: la calidad de trigo de los galeses de la Patagonia había ganado un premio en la Feria de París.
“Vamos a Madryn del Sur” , le dijo, cerrando el periódico de un golpe. Charlotte se quedó helada. ¿Cómo creer lo que leía, si lo que todo el mundo decía en el mercado era tan lúgubre? “Son sólo chismorreos baratos de los envidiosos que no se animan a comenzar una nueva vida” le dijo Harold, “La envidia es el pasatiempo de los cobardes”.
No hubo modo de convencer a Harold de que toda la propaganda de Jones eran patrañas, de que en verdad el gobierno argentino no les regalaba nada. Ella sabía que los comentarios maravillados de Fitz Roy y Darwin provenían de boca de naturalistas de paso, turistas entusiastas, no de quienes se quedaban a vivir en esas costas. Además, ¿cómo les iban a regalar tierras si esas tierras ya tenían dueño, porque estaban pobladas de aborígenes muy decididos a preservar sus territorios?
“ Si no pruebo suerte ahora, me arrepentiré toda la vida, Charlotte” dijo Harold. “Aún soy joven y tengo fuerzas, y no quiero morir remendando zapatos para los ingleses. ¿Quieres que luego me pisen con las suelas que yo mismo he cosido?”
Comprenderás que en esos tiempos una mujer no se oponía a la decisión del marido. Cuando te casabas decías “te seguiré adonde vayas en las buenas y en las malas”, y en el mercado las escuchabas decir “nos vamos a Sudamérica“, fingiendo estar entusiasmadas, aunque con terror en los ojos. Los que se decidían a partir eran mirados con una mezcla de admiración y envidia. Se les desalentaba sistemáticamente “¿ No tienen miedo? ¿Y los niños? Ahí no hay hospitales, ni trenes, ni tiendas y el clima es espantoso “
Harold ya no quería hablar del asunto. Vendió todo, cargó con lo que pudo, y subió al barco con Charlotte y sui pequeña hija de tres meses, tu abuela Carol.
Dicen que Charlotte lloró tanto que empapó las ropas al empacar. Cuando abrieron los baúles y las vieron mojadas por una tormenta del mar, ella decía “No es agua de mar, es lo mucho que lloré al guardar todo”. Durante los dos meses de travesía trató de ser optimista, pero no le salió bien. Pensaba que una buena esposa debe ser valiente y mirar hacia delante, pero ella sólo pensaba en ir hacia atrás. Su madre misma, en el puerto de Liverpool, la había despedido con un corto y seco abrazo La empujó al puente del barco y le dijo “Sigue a tu esposo y sé feliz. Aquí ya no hay patria”.
Charlotte intentó consolarse pensando que los antepasados druidas se habían pasado la vida despidiéndose y buscando tierras mejores. Pero no tenía buenos presentimientos. El viaje fue agotador, y las olas golpeaban la quilla como queriendo detener al barco antes de que fuera demasiado tarde. No pudo dormir ni una noche entera . Sólo deseaba que el capitán equivocara el rumbo y atracara en Irlanda, o en un mar de sargazos sin viento, que los obligara a volver a Liverpool antes de morir de hambre. Cruzar el océano, qué locura, ni que fueran Cristóbal Colón.
Las otras mujeres notaron su desánimo y la fueron aislando. Cuchicheaban a sus espaldas y se reían cuando ella pasaba cerca. A los pocos días ya nadie le hablaba. Hay que comprenderlas, lo último que necesitaban era alguien que dudara del éxito de la travesía. Ella intentó entretenerse con los niños, que se divertían descubriendo formas en las constelaciones o haciendo rodar ovillos de lana por la cubierta, inconscientes de la aventura a la que se los estaba exponiendo. A Charlotte no le preocupaba el rechazo de esas mujeres que se la pasaban bordando, fantaseando con que cosecharían las papas más gigantes del mundo e intercambiando recetas de chutneys de durazno, mientras viajaban a una tierra sin duraznos, qué ridículas. Lo más deprimente era escucharlas hablando de qué lindos vestidos venden en tiendas de Cardiff que jamás en la vida volverían a pisar. ¿No se daban cuenta de lo que estaba sucediendo?
Luego de dos meses de ver solo horizonte azul, una mañana el hijo de Glenda Barrett despertó a todos diciendo que escuchaba cantos de sirenas, y que se estrellarían en las rocas si no frenaban. Todos pensaron que había robado whisky del tonel y que ya estaba borracho. Pero todos escucharon a las sirenas .Un canto gutural y profundo que hacia eco en todas partes . Se levantaron , se asomaron por la borda y vieron a unos monstruos gigantes que saltaban en el mar haciendo que el barco se sacudiera con el oleaje. Eran ballenas.Y detrás de ellas, la tierra. Llenos de jolgorio, todos aprestaron su equipaje y prepararon los botes. “¡Mira qué vacas enormes! ¡Aquí sí que se come bien!” gritó Harry Hopkins, señalando las aletas gigantes. Todos reían. Menos de Charlotte, que se quedó dura al ver la tierra.
Sí , claro, tierra a la vista. Sólo tierra. Sólo eso.
Una franja de tierra seca, color gris amarronado. Ni una brizna de pasto, ni un solo árbol. Un desierto total.
A Charlotte se le aflojaron las rodillas, y se aferró al cuerpo de su beba como para no caerse. El barco se acercó a la costa. Era una mañana de sol, y sus rayos se reflejaban en el agua como hojas doradas. Era lo único que había para ver, el reflejo del sol en el mar. En la tierra, no había nada. Cuanto más se acercaba el barco, menos había para ver. Una playa de piedras, unos acantilados que parecían ruinas de pirámides antiguas, limadas por el viento. Y más tierra gris. Hasta un idiota podía darse cuenta de que allí no había manera de hacer crecer una hierba, ni de criar una sola cabra. Supo que los peores rumores que había escuchado en el mercado eran ciertos, y que las maravillas que contaba el periódico eran mentiras. “Vaya a saber quien hace dinero trayendo hasta aquí a un barco lleno de idiotas”, pensó. Se le llenaron los ojos de lágrimas y se mordió el labio inferior para no llorar delante de todos. Los pasajeros, se agolparon frente al puente para bajar a los botes, eufóricos, cantando a coro Hen Wlad fy Nhadau . A Charlotte le pareció que estaban bastardeando todo el sentido del himno. “La tierra de mis padres” , ja…¡ la tierra del demonio!
Odió las risotadas de Harold, que festejaba las bromas de los otros. “ Hey, Harold, aquí no hay caminos, hay solo piedras, ¡tendrás mucho trabajo reparando zapatos!”, le decían . “¡Entonces me haré rico!”, respondía él .
Charlotte le dio la espalda a ese horizonte gris, y fue a sentarse en la bodega inferior. Se quedó en un rincón oscuro, a amamantar a su beba. Deseó con toda su alma que se olvidaran de ella, que Harold bajara con todos y se quedara ahí remendando zapatos, y que el clipper volviera a casa cuanto antes.
No supo cuánto tiempo paso allí. Tal vez el canto de las ballenas y el balanceo del barco la ayudaron a dormirse para mitigar tanto dolor.
De pronto alguien la sacudió por el hombro, y le dijo “Señora Brown, debe desembarcar”.
Ella levantó los ojos y dijo con voz firme: “No bajaré”.
“Es que ya hemos llegado y están todos abajo. El barco ya debe zarpar”, dijo el marino.
“No bajo. Vuelvo a Cymru en esta nave”, repitió ella.
El marino suspiró y se marchó, contrariado.
Al raro regresó con Murray, el dentista, quien la miró con desconcierto, como si estuviera loca. Ella volvió a decir que no bajaba.
“¿Por qué?” , preguntó Murray.
“ Porque aquí no hay nada. Quiero volver a casa. Todo lo que dijeron son mentiras”.
Murray llamó a Jones y a Graham, y ambos le dijeron “Harold ya está en el bote, esperándola” “Que se vaya. Yo no bajo” , repitió firme. Llamaron a Harold, que primero fue amable, luego la sacudió, la llenó de ruegos, de promesas y de amenazas. Fue todo en vano, ella estaba decidida a quedarse en el barco:
“Yo vuelvo a casa”
“¡Mujer, ya no tenemos casa, hemos vendido todo!”
“Viviré en la calle, no en este desierto”
“Pero no nos quedaremos aquí. Iremos a Rawson” ,
“Esto es horrible por donde lo mires” , dijo ella.
Luego vino la familia Lewis para convencerla. Luego el capitán, los Jones; los Greys …y nada. Charlotte no se movía. Finalmente, Harold la arrastró por los hombros, ya harto de pasar semejante bochorno delante de todo el pueblo. . La llevó a la cubierta cogiendola fuertemente de los brazos .
“Subo a despedirte, pero me quedo aquí” , le dijo ella .
El perdió la paciencia y le dio un puñetazo a los maderos de la pared: “¡Maldición, Charlotte!¡ Sube, ya!¡ La gente está esperándote!”.
El saltó al bote y le extendió el brazo para ayudarla a saltar .
Ella no se movía.
Entonces las mujeres del bote se cruzaron miradas, y hicieron un gesto que ella no entendió.
Rachel Lewis avanzó, saltó nuevamente al barco con la Grey, y con un movimiento brusco le arrancó a la beba de los brazos a Charlotte.
“¡ NO!” gritó Charlotte .
“ Tu hija se queda aquí …¿ Volverás a Cymru sin ella?”, le dijo Rachel.
“ Deja de hacer el ridículo y baja de una vez” , le dijo la señora Jones.
“ No bajo…¡ Devuélvanme a mi hija!”, gritó ella,
“ Si quieres, vete. Pero tu hija se queda conmigo”, le dijo Harold.
Rachel le pasó la bebé a la esposa de Dickinson y ella a una muchacha desconocida, que la envolvió en su capa y saltó al siguiente bote de la fila, el primero de todos. Y ese bote soltó amarras…
Charlotte intentó ver la cabecita rubia de su beba bajo la capa negra, en vano. Era una mancha negra perdiéndose en una densa bruma anaranjada bajo el último sol del atardecer. Su hija desaparecía rumbo al fin del mundo.
“ Nooooo! “gritó Charlotte. Se aferró a la barandilla del barco, pero alguien la tomó de la cintura y otro la empujó con fuerza al último bote. Una vez adentro dejó de luchar. Sólo pensaba en su bebé.
Como una larga fila de inmensos insectos negros, los botes se acercaron a la costa, cautelosos. Las ballenas ya no cantaban. Había un enorme silencio, y sólo se escuchaba el golpe de los remos en el agua. Demasiada quietud. Hasta podían venir indios a atacarlos, no sería la primera vez .
De pronto se sintió el golpe de la quilla en la arena.
Charlotte bajó con dificultades, y sin que nadie le tendiera una mano, luchando con sus faldas largas. Hundió su zapato en agua helada, y trató de acercarse a tierra para buscar a su bebé. Un golpe de viento polvoriento la cegó, y no pudo ver a la chica de la capa negra. Esperó sentir el llanto de su niña, pero nada .
Apenas había dado un paso en la playa helada, cuando se sintió rodeada. Todo fue muy rápido. Sintió que la tomaban de los brazos y de los pelos. La primer bofetada la sorprendió. ¿Quién se atrevía a pegarle? La segunda le ardió como fuego. La tercera la indignó. La cuarta. la quinta y la sexta le cayeron como una lluvia granizos, manos pesadas , hasta que sintió la voz de Rachel Lewis , de la Jones, la Dickinson, la Bates, la Graham y otras que le gritaban : “¿ Qué te has creído?“ “¡Caprichosa!” , “¡Nos averguenzas y averguenzas a tu marido!” “ ¡ Insolente!”, “ ¡Grosera!”, “ ¡A ver si te enteras adónde has llegado!”.” ¡Esto no es Cardiff, mocosa!”
Solo cuando cayó al piso dejaron de pegarle La dejaron allí, llorando sola.
Estuvo ahí, sin fuerzas sollozando dolorida, hasta que vio que el barco se alejaba sin ella. No tuvo más remedio que seguir al grupo, para no quedar sola en la playa helada.
Caminaron por un buen rato, arrastrando sus cosas en carros muy simples.
Escuchó a Carol llorar a lo lejos y gritó “¡Devuélvanme a mi bebe!” .
Nadie le respondió.
“¡Devuélvanme a mi bebé!”, gritó con más fuerza.
Cinco mujeres se abalanzaron sobre ella y la amenazaron con el puño en alto, “ Te callás o recibirás otra paliza”.
”Mi bebe, mi bebé”, gimoteaba Charlotte … y era como si la pequeña Carol la escuchara, porque aunque la llevaban más y más lejos, cada vez lloraba más fuerte .
El carruaje que tenía que recogerlos y llevarlos a Rawson se demoró horas.
Estaban todos tan cansados , ya hartos de soportar los llantos de madre e hija, que Harold arrancó a la beba de brazos de Rachel Lewis y se la lanzó a la cara a Charlotte, diciendo “Que más da, si el barco ya partió…¡Cállense las dos de una vez!”
Y Charlotte se calló durante años, en los que Harold recibió más disgustos que acres.


Harold dejó de reparar zapatos y tuvo que aprender al labrar la tierra. Se hizo amigos de los indígenas, que le ayudaron a salir adelante, trayéndole frutas amargas que sacaban el hambre y carne salvaje, que guisada se podía masticar. La vida era dura, pero lo mejor era que no había ingleses a la vista. Era lo único cierto de los relatos que llegaban a Cymru. Por lo demás, había que pasar horas rogando a Dios que salve las cosechas, que a veces eran estupendas y otras veces, atroces. Pero todo druida conoce los avatares del clima. Quienes pudieron mover toneladas de piedra para construir Stonehenge para favorecer cosechas, también pueden arar el campo con sus manos y resistir heladas y sequías. Al menos el ganado crecía gordo como ballenas, los quesos eran buenos y las mermeladas de los buenos veranos los salvaban del hambre invernal.
Charlotte tuvo otros seis hijos con él: el tío William , el tío Albert, la tía Nancy ,el tío Morris, la tía Elizabeth y el tío Esteban. Creo que tuvo tantos chicos porque no tenía ninguna amiga y el abuelo Harold casi no le hablaba, porque tenía miedo que ella le preguntara cuando regresarían a Cymru. Sus hijos fueron sus únicos amigos.
El abuelo se hacía amigo de los nuevos colonos que iban llegando, y la tierra gris se llenaba de locos que decían “ Este es el mejor lugar del mundo..¡no hay ingleses!”.A veces Harold ni siquiera volvía a casa tomar el té, pues prefería quedarse con amigos entusiastas, a estar con su esposa callada y deprimida, porque él siempre llegaba muy tarde oliendo a alcohol. Su tierra no rendía nada, y vivieron de la caridad de los vecinos, hasta que alguien le recomendó que contratara a Matthews, un joven listo de la Mimosa que ya había aprendido mucho de los indios, y además sabía hacer canales para desviar las aguas del Chupat. De él se comentaba que había ayudado a hacer un canal de 28 kilómetros de largo, 6 metros de ancho y 1,5 metros de profundidad en el centro. Era una maravilla que había convertido el desierto en un vergel.. El abuelo lo contrató para que hiciera un sistema de canalización con el que esperaba sacarle trigo a las piedras.
Matthews era apuesto, fuerte y tan callado y ensimismado como Charlotte. También se decía que había sido uno de los encargados de vengar la muerte de Aaron Jenkins, luego de que fuera asesinado por un mestizo sin que Lewis, el marido de Rachel, que estaba a cargo del orden del pueblo, hiciera nada para esclarecer el caso o buscar a los culpables. Tal vez habían sido sobornados por los criminales. O tal vez Lewis había pagado a los asesinos porque no simpatizaba con el bueno de Jenkins.
Matthews era tan valiente como abnegado. Trabajaba de sol a sol en los campos de los Brown. A Charlotte le daba pena verlo sudar en los días sofocantes de verano, esos que parecen reservar todas las brisas para que te congelen después en invierno.
Un día le ofreció un té y un trozo de torta. El apoyó el plato en un tronco y se limitó a gruñir un cortés “Diolch yn farwr”. Menos mal, no es mudo, sabe decir gracias además de “Bore da” cuando llega y “ Hwyl” al partir, pensó Charlotte . A los pocos días llovió tanto, que lo invitó a compartir el té con ella en la cocina. Y curiosamente, se rompió el silencio. Empezaron a hablar de que los colonos habían encontrado el lugar perfecto para cumplir el ideal de encontrar un país deshabitado que no estuviera bajo ningún gobierno propio. “Es que el gobierno de este país no existe, son todos aristócratas que compiten en fama y demagogia…Como los ingleses…”, coincidieron. Recordaron que los colonos que habían probado suerte en las costas de Estados Unidos también acabaron en la Patagonia, espantados de ver que en Maine los niños olvidaban hablar Cymraeg y comenzaban a hablar el idioma del enemigo. Tampoco habían tenido suerte los que fueron a Brasil, donde los trataban como esclavos igual que en Gales. La idea de llegar a un territorio vacío para no desaparecer absorbidos por otros pueblos vecinos, había sido finalmente lograda.
“Esto no es tan desierto” dijo Matthews.” Hace dos semanas me crucé con diez nativos a diez millas de aquí”. “¿Es cierto eso? ¿Quiénes eran?”, preguntó Charlotte, sorprendida. “ Diez guanacos”, dijo Matthews. Charlotte estalló en carcajadas. Supo que hacía meses, tal vez años, que no reía. Si no era por las gracias de los niños, que inventaban nuevas palabras mezclando el español con el gaélico, no reía jamás.
Matthews ,como ella, se animaba a reconocer que añoraba las playas de Llandudno, el castillo de Bangor, las avenidas de Cardiff, las cumbres de Snowdonia y los jardines de Pwhelli … “Pero alli no hay futuro para los galesos, mientras aquí… quién sabe” dijo él. Y ella sintió que por primera vez creía en esas palabras. De la boca de él parecían verdad, no otra quimera más. Matthews no era un iluso. Era un hombre capaz de sacarle ciruelas al gris de la tierra. Por lo pronto esa tarde le sacó un color carmesí a las pálidas mejillas de Charlotte, cuando rozó su mano para tomar la tetera y decirle “Déjame, yo la llenaré” . Por primera vez en su vida, Charlotte sintió que un hombre se ocupaba de atenderla. El ya casi no parecía europeo. Tenía brazos musculosos y morenos como los de un tehuelche .En ese momento el tío Esteban, que era un nene, cruzó corriendo la cocina y tío Albert , por tratar de alcanzarlo, se chocó con la pierna de Matthews. En vez de enojarse con los chicos por irrumpir, como lo hacía Harold, Matthews rió y les acarició los cabellos rubios con su mano curtida. Ella se emocionó con ese gesto de ternura, tan raro en un hombre. Cuando él se acercó y le sirvió el té muy cuidadosamente en su taza de porcelana, tuvo que mirar para abajo para disimular el montón de sensaciones turbadoras que él le causaba.
Fijó su mirada en el paisaje de la taza. Era un prado celeste, con arbustos azules, casi tan azules como la mirada de él, y algunos árboles al costado que extendían sus ramas como manos tocando el cielo. Si, tal vez gracias a los canales, en ese desierto crecería un prado como el dibujo de la taza. Ella ya había sido empujada a una loca aventura en contra de su voluntad, y había obedecido ciegamente a su marido. ¿Por qué no lanzarse ahora a una aventura propia? Mientras pensaba esto, casi como adivinándole el pensamiento, Matthews le dijo: “Croeso i Patagonia” , y alzó su fragante taza como en un brindis . ¿Bienvenida a la Patagonia? Nadie antes se lo había dicho.
Compartieron juntos cada té, al fin de cada jornada, día tras día. Las conversaciones se hacían más largas y las risas eran tan fuertes que hasta los niños se sorprendían…¡ Increíble, mamá se ríe!
Harold nunca los vio juntos. Cada vez llegaba más tarde a casa.
Ella no lo hizo por impulso, querida mía, no.
Antes, lo meditó largamente.
Los niños mayores ya estaban crecidos, pronto harían su propia vida, Ella aún no había tenido una vida propia. Matt le dijo que ya era hora de hablarlo con Harold, y ella comprendió que tenía razón. Esa noche nadie durmió. Fue un escándalo total. El abuelo Harold repitió lo mismo que había dicho aquel atardecer en el golfo, veinte años atrás “Si querés, andate. Pero los niños se quedan conmigo”. Ella los besó uno a uno mientras dormían. Tu abuela lo sabe porque se hizo la dormida, pero vio a su madre llorar en la oscuridad. Esta vez sí que dejó las sabanas mojadas y saladas como luego de una tormenta en altamar. Se marchó sin nada más que su ropa puesta y su tacita de porcelana, en la que se dibujaba un paisaje del futuro.
Con Matthews tuvo otros cuatro niños, que resultaron ser mucho más salvajes, osados y felices que los Brown. El abuelo Harold prohibió a toda la familia que entrara en contacto con la perversa Charlotte, que los había abandonado para seguir tras un peón. Dicen que Carol, la hija mayor, se escribía con ella en secreto, y que el hijo menor de los Peterson, el que vendía huevos puerta a puerta, era el que les llevaba los mensajes escondidos dentro de su frágil canasta Pero nadie jamás encontró una de esas cartas. Se supone que las dos las leían y las arrojaban al fuego. Una vez que mi tío Esteban creyó ver a su mamá en el pueblo y la siguió detrás, recibió tal paliza de su padre que nunca más volvió a intentarlo. Mi madre, tu abuela Elizabeth, la menor de las mujeres, prefirió creer la versión de su padre, y toda la vida me prohibió preguntar por la abuela Charlotte. Se erizaba cuando alguien la mencionaba. “Esa bruja” decía. Mi abuelo Harold vivió muchos años, la mayoría de ellos borracho, capaz de hacer rodeos de muchas millas extras con su caballo o su carro antes de pasar delante de los campos de los Matthews, tal era su resentimiento. La envidia es el pasatiempo de los cobardes, ja.
Yo intenté averiguar qué fue de ella, pero en el pueblo sólo recogí expresiones de desprecio hacia la muchacha que abandonó a sus siete hijos. Las malas lenguas dicen que murió amargada, añorando regresar a Cymru. Pero el viejo Peterson, el niño mensajero, le contó a mi madre que Charlotte un día le dijo, pícara “me gustaría volver, pero para qué, si lo mejor de Cymru lo encontré aquí”, señalando a Matthews. Por supuesto que esto mi madre lo decía para confirmar su desprecio total hacia su abuela loca. Yo siempre sospeché que no era tan mala. De hecho, ella era la única persona del pueblo que siempre dejaba flores en la tumba de Dorothy Walsh, la mujer del médico, la primer victima en esta tierra inhóspita. Ella también desviaba enormemente de su camino a casa , pero pasar siempre por el campo de los Brown, intentando ver a sus hijos, aún sabiendo que serían castigados si hablaban con ella.
Claro, preciosa, que te parecés a tu tatarabuela, y que quise darte su nombre. Pero para todo el pueblo, Charlotte no es un buen nombre. Fijate que no hay nadie que se llame así. Y yo tampoco quise ponerte esa cruz. Ya bastante sufrió tu tatarabuela. Ahora sos chiquita para entender todo esto. Pero te lo tenía que contar, para que sepas que te conviene elegir otro seudónimo para participar en este Eisteddfod. Te juro que por bien que recites o cantes, con ese nombre no vas a ganar. Pero quiero que sepas que cuando cumplas 18 años, de acuerdo a las leyes de este país, estás en todo tu derecho de cambiarte el nombre de tu tatarabuela paterna Rachel Lewis, por el de tu otra taratarabuela, la que dejó a un hombre gris por otro que hizo florecer el desierto.
Fuente : http:mujeresterribles.blogspot.com

Los cinco motivos porque muchos hombres no saben hacer el amor



Fíjate que en diversas culturas se ha tenido como un mérito que una mujer sea virgen. Y hasta se han inventado ese mito del himen, cosa que nadie tuvo jamás. Esto se pensó para tranquilidad del varón, de modo tal que una virgen no pueda compararlo con otros hombres mejor dotados o de mejor desempeño sexual. Así de cómodos son ellos. (Esto me recuerda al chiste en que ella le dice a él “ Cariño, eres un amante fabuloso” y él le da una bofetada diciendo “¡Esto es por conocer la diferencia!”)
Tampoco se publican fotos de genitales masculinos, ni en las revistas más atrevidas. En las escenas de sexo de las películas eróticas no se ven los miembros masculinos (están dentro del cuerpo de la actriz). Así, a la mujer moderna le resulta casi imposible conocer uno antes de ponerse de novia. O sea que los hombres siempre han vivido ocultando sus partes. Súmale a eso el miedo ancestral a no poder desempeñarse como corresponde, la pena por no tener un pene gigante y una supina ignorancia de cómo se satisface a una mujer…¿ Resultado? Amantes mediocres que te acusan de frigidez.
Esto es porque no hay educación sexual. Y menos, una para el disfrute.
En la mayoría de los países la educación sexual aterra a la juventud hablándoles de métodos anticonceptivos y de cómo prevenir múltiples enfermedades de transmisión sexual de las cuales deben aprenderse cada espantoso síntoma. Lo que aprendemos es a cuidarnos del sexo porque te trae una vida no deseada, o directamente, la muerte entre sordera, chancros, locura y erupciones varias.
Mal que mal, las mujeres nos vamos conectando con nuestro cuerpo y vamos aprendiendo sensualidad. Los hombres, en cambio, no saben nada de sexo, ni de cómo hacer el amor con una mujer.

Cinco motivos por los cuales ellos no saben hacer el amor

1)Porque nadie les enseñó nada:
En temas de sexo, los hombres no saben mucho más que cómo masturbarse con mediano éxito. Imagina que la madre no le iba a explicar cómo hacerlo. Y el padre lo hacia aún peor que él.

2)Porque creen que se aprende mirando películas pornográficas:
Por ende, él hará el amor como vio en la película donde el técnico del televisor confunde a la tele con su dueña y desarma a la dueña botón por botón, o donde tres fornidos obreros de la construcción masajean a la modelo rubia que se broncea desnuda en la terraza. Y los resultados serán así de espantosos. Porque si en la ficción ellas gimen apenas ellos se bajan los pantalones, en la vida real las mujeres gimen cuando -al quitarle el sujetador -, él les pega un chicotazo del elástico del corpiño en la nariz.

3)Porque creen que con acostarse con una mujer ya tiene experiencia:
Es cierto que la habilidad en la cama de un hombre depende de la instrucción espontánea que reciba de las mujeres que se vaya topando en la vida. Pero a la mayoría de los hombres la experiencia no le ha servido, porque la mitad de las mujeres fingían los orgasmos. Y el resto de mujeres que conoció, con tal de acabar la historia, le hicieron creer que era bueno en la cama. Cuando una mujer está con un hombre que conoce poco, está demasiado nerviosa como para poder relajarse y entregarse por completo. Por eso es raro que tenga un orgasmo la primera vez: no se siente tan relajada como para entregarse. Pero para que él no piense que ella es rara o frígida, tenderá a fingir un orgasmo. Y esa es una terrible trampa, porque una vez que él cree que con tan poco esfuerzo llegas al clímax, deberás fingir todos los orgasmos futuros… ¡y adiós vida sexual, bienvenida al mundo de la mujer talibana! Ya sea por generosas o porque han perdido toda esperanza de que su hombre aprenda algo de sexo bien hecho, muchas mujeres cometen ese error de fingir placer con bastante frecuencia... ¿O acaso sabes de alguna que diga “lo siento cariño, esta es la primera vez que me pasa”? Así que de este modo el hombre cree que sin habilidad puede hacerte feliz…y no es así.


4) Porque cree que lo que aprende con una sirve con todas:
Las pocas mujeres honestas que encontró, le enseñaron cosas que a ti quizás no te interesen. Pudieron convencerlo de que los lóbulos de las orejas son zonas erógenas, pero tú lo único que sientes es temor de que se trague un arete.

5) Porque cree que no tiene nada que aprender:
Como en otros aspectos, además del sexo, ya sea por pereza o petulancia, el hombre cree que nació sabiendo, como los mosquitos. Ellos suelen mostrar el orgullo herido con frases como “¿Acaso crees que no lo sé?”, “Deja de darme indicaciones como un agente de tránsito” o “¡Me rehúso a leer tu Manual de Instrucciones!”.