martes, 7 de julio de 2009

El poder de las palabras de amor al oído


El japonés Masaru Emoto se hizo famoso por una prueba muy extraña. Pegó palabras de amor a ciertos frascos de agua e insultos en otros frascos. Luego congeló ambos frascos y fotografió los cristales de agua. Así descubrió que el agua de las palabras amorosas se cristalizaba con formas simétricas de estrellas como copos de nieve, mientras que los cristales del agua insultada tenían formas redondeadas y asimétricas. De esto el señor Emoto concluye que las vibraciones positivas forman cristales bellos, y que si los seres humanos somos un 80% agua, las palabras de amor también nos convierten en estrellados copitos de nieve con cristalitos en la cabeza. No sé si las experiencias del japonés han ayudado a alguien más que a aumentar las ganancias de las líneas aéreas que lo llevan a dar conferencias por todo el mundo. Tampoco entiendo por qué él considera que las formas angulares y simétricas son mejores que las onduladas y asimétricas. ¿Será un trauma de la infancia porque de niño lo azotaban cuando cortaba el sushi torcido?
Pese a eso, el señor Emoto sabe que las palabras dulces que salen del corazón – no las fórmulas de compromiso al estilo “Huele usted maravillosamente, señor Kawasaki. Mis ojos saltan de regocijo al verle” – producen un efecto positivo en quien las oye, que a su vez será amable con quien las dice, lo lleva a una escalada ilimitada de cortesía que acabará en ápices fastuosos de generosidad, como que alguien erija una pirámide de Keops en tu memoria y que vaya a hacer cincuenta abdominales al gimnasio por ti.
No hay duda de que un amor durará más si en la comunicación florecen palabras como “ dulce” , “cariño” , “corazón” , “bichito” , “cielo” , “bebé” , “mi vida” y abundan las frases “Eres el mejor”, “Qué buena idea has tenido” , “Me siento tan bien contigo”, “Te quiero tanto”, “No sé que haría sin ti”, “Te amo con todo mi corazón”, La pasamos tan bien juntos”, “Eres mi sol”, “Perdóname”, “No quise herirte”, “No sabes cuánto te lo agradezco”, “Eres tan gentil”, “Te extrañé”, “Qué bueno que estés aquí”. Desde ya , es mucho mejor hablarse así que comunicándose con preguntas. Si te fijas, los peores problemas de pareja nacen de comunicarse con preguntas: “¿Qué hace esta ropa aquí?”, “¿Es que no lo entiendes?”, “¿No tienes nada mejor que hacer?”, “¿Qué tienes en la cabeza?”, “¿Qué has dicho?”, “¿Eres sordo?”, “¿Estás loca?”, etc. Cuando hay intenciones de cuidar la relación, no sólo es inteligente decirse cosas agradables sino que es más inteligente contener la tentación de decir la maldad adecuada en el momento en que haga más daño.
Hay maridos que detestan lo de “amorcito” y “cielito” porque saben que tres palabras después viene el pedido de “vayamos de compras que necesito un vestido nuevo”.También hay maridos que no soportan que les digas “Cuchi Cuchi” porque dicen que así le dice Betty Mármol a Pablo, el de Los Picapiedras.
Y hay hombres que piensan que decirse esas cosas dulces es cursi y reblandecido, y como no te las dice a ti, tú no se las dices a él, cada vez se hablan menos… y no por eso se aman menos.
Así que tampoco creo que la profusión de lisonjas sea la medida del amor duradero.
Pero creo que hay amor cuando tienes la certeza de querer que él se sienta cómodo contigo. Y cuando piensas que si tuvieras que elegir con quién preferirías ser abducida por un Ovni que te llevara a galaxias lejanas para no volver jamás (y ni siquiera puedes pasar por casa a buscar tu cepillo de dientes), lo elegirías a él.
Al menos ya le conoces sus manías y podrías explicarles a los alienígenas que él no deja todo tirado en el Ovni por agresividad terrícola sino porque no puede evitarlo, porque es hombre, y no puede ponerse en el lugar de ningún marciano.

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